Un domingo de playa, este verano, pasé por esta
calle del puerto de Agaete cuyo nombre desconozco y que en su día, cuando hacía fotografía en blanco y negro con película de 35mm, tomé en una composición diferente, tanto por la forma de encuadrarla como por el tiempo que ya pasó, más de veinte años. Entonces la recuerdo tosca, sin los adoquines al menos en mi memoria, y con una línea pintada en la calzada que la recorría a lo largo y cercano al borde izquierdo; sin tantas macetas y, por supuesto, sin ese símbolo de modernidad que no me quedó, esta vez, más remedio que incluir en la toma. Ahora diferente, pero en blanco y negro conserva todavía algo de aquella
foto, además, la casa sigue con su viejo espíritu pescador, en eso no ha cambiado nada. Yo también he cambiado, y aunque en color, sigo conservando el viejo espíritu en blanco y negro que buscaba algo y que entonces quizás pensé: dentro de veinte años lo habré encontrado; y efectivamente, me encontré conmigo en aquella calle, veinte años después y seguí buscando…